Detectar a tiempo cualquier irregularidad financiera o administrativa es clave para proteger la estabilidad de un negocio. Por eso, entender cómo detectar fraudes en una empresa se ha vuelto una prioridad para organizaciones de todos los tamaños.
El fraude empresarial es un acto intencional y deliberado que busca obtener un beneficio ilícito a través del engaño o la apropiación indebida de activos de una compañía. No es un error contable; es un delito.
¿Por qué es tan relevante en Perú? Los estudios indican que el fraude es un problema generalizado. La realidad es que, en el contexto peruano y latinoamericano, el riesgo principal suele ser interno. Se estima que un alto porcentaje de los fraudes empresariales son cometidos por alguien dentro de la propia organización (empleados, gerentes o directivos).
El fraude ocurre porque se cumplen tres elementos clave, conocidos como el "Triángulo del Fraude":
Conocer las modalidades es el primer paso para protegerte. En Perú, los siguientes son los más frecuentes y con mayor impacto:
Se refiere a la malversación o uso ilícito de dinero o fondos. El ejemplo más común es la malversación de fondos (robo de efectivo o activos) o el fraude de desembolso, que implica reclamos de pago falsos, como pagar facturas a empresas fachada ("cascarón") o simular gastos inexistentes.
Es el intento de maquillar o manipular los estados financieros para mostrar una realidad económica diferente (generalmente más favorable). Esto incluye la sobrestimación de ingresos o activos y la subestimación de gastos o pasivos. Aunque es menos frecuente que el robo interno, su impacto económico suele ser el mayor porque afecta la credibilidad de la empresa ante inversores y reguladores.
Es el delito más común. Consiste en el hurto de bienes, inventarios o efectivo de la empresa por parte de un empleado. Una modalidad sofisticada es el Skimming o "descremado," donde un empleado no registra una venta en los libros contables, embolsándose el ingreso sin dejar rastro en el sistema.
Estos delitos utilizan la tecnología para robar información o dinero. En Perú, el robo o duplicado de tarjetas financieras es un ejemplo frecuente. A nivel corporativo, el Phishing (suplantación de la identidad de un ejecutivo para ordenar una transferencia bancaria) y el Ransomware (secuestro de los datos de la empresa) son amenazas constantes.
Ocurre cuando se altera información sensible para beneficio ilícito. Esto puede ir desde la alteración de registros de inventario hasta el uso de operaciones simuladas o ficticias para reducir la carga fiscal, buscando la evasión fiscal (evitar el pago de impuestos) o el lavado de activos.
El fraude es un síntoma de una enfermedad organizacional. Estos son los factores que crean la "Oportunidad" en el Triángulo del Fraude:
Si una sola persona puede iniciar una compra, aprobar la factura y realizar el pago (falta de segregación de funciones), se le está dando la llave a la oportunidad de fraude. La ausencia de supervisión doble o de procedimientos claros es el principal factor de riesgo.
La dependencia excesiva de procesos basados en papel, firmas físicas y archivos manuales aumenta el riesgo de que los registros sean alterados, destruidos o ignorados sin dejar un rastro auditable.
Un ambiente donde los gastos grandes no son revisados por la gerencia, donde las conciliaciones bancarias se hacen tarde o mal, o donde las auditorías son predecibles y superficiales. La baja supervisión envía un mensaje de impunidad.
No investigar a fondo a las empresas y personas detrás de tus proveedores es un error crítico. Esto facilita el pago a proveedores fantasma (que no existen) o a empresas con precios inflados que tienen vínculos ocultos con tus propios empleados.
Una cultura donde la ética es solo una frase en un manual, y donde los empleados ven que la alta gerencia o los directivos incurren en conflicto de interés o reciben tratos preferenciales, fomenta un ambiente donde el fraude es tolerado.
La detección temprana requiere poner atención tanto a los números como al comportamiento de las personas.
La prevención es siempre más rentable que la reacción. Un enfoque robusto antifraude se basa en estos pilares:
Implementa la segregación de funciones de manera estricta. Ninguna persona debe controlar un proceso de principio a fin. Exige doble firma o autorización para todos los pagos que superen un monto determinado.
Usa siempre el Doble Factor de Autenticación (2FA) para acceder a los sistemas clave. Invierte en software que pueda detectar patrones de transacciones anómalas en tiempo real, mucho antes de que una auditoría manual las detecte.
El personal debe entender el Código de Ética de la empresa y saber identificar los riesgos de fraude (tanto interno como externo). La cultura ética es el primer control interno.
Realiza un proceso de Diligencia Debida (Due Diligence) completo a cada proveedor nuevo y audítalos periódicamente. Esto incluye verificar su existencia legal, su reputación, su solvencia (ante la SBS) y los antecedentes de sus directivos y dueños.
Establece una Línea Ética anónima y confidencial. Muchas veces, los empleados son los primeros en notar un fraude, pero temen represalias. Garantizar el anonimato es la mejor forma de obtener inteligencia temprana.